Cuándo: 8 de Diciembre
A las 20:30 horas
Dónde: Teatro Colón
En: Avda. Marina, 7A, 15001 A Coruña
Sudhum Teatro se adentra en este montaje en la personalidad
de Elmyr de Hory (1906-1976). Se dice que entre Santa Eulalia e Ibiza yacen sus
restos o, acaso, noventa kilos de guijarros y arena enterrados en un ataúd.
Quizá Elmyr contemplara desde una terraza ibicenca los famosos atardeceres en San
Antonio de Portmany mientras su féretro viajaba a una vida mejor.
De Hory, de origen húngaro, nació en el seno de una familia
adinerada.
Homosexual y judío, fue deportado por los nazis y, acabada la
guerra, trató de hacer valer su maestría como pintor en París; allí descubrió
que sus labores como falsificador de Picasso le reportarían mucho dinero.
Vendía los cuadros haciéndose pasar por un burgués que había
heredado las obras de su familia. Recorrió medio mundo y se hizo bastante
reconocido en Estados Unidos (aunque nadie sabía de sus dotes como falsificador
de Modigliani, Matisse o Renoir). Durante su etapa en EEUU existen datos
contradictorios sobre cómo se ganaba la vida. Los cientos de reproducciones que
dejó tras de sí supusieron el inicio de una investigación por parte del FBI:
era imposible saber si los cuadros eran o no auténticos. Así que un amante
suyo, Fernand Legros, le propuso un negocio perfecto, Elmyr pintaría y Legros
cobraría. Elmyr no sacó grandes beneficios de esa unión y, como en toda su
vida, sus ‘amigos’ le dejaron con lo justo para que no se muriese de hambre en
su casa de Ibiza.
Es ahí, en Ibiza, donde centramos la atención en este
montaje. Eran los años sesenta y De Hory no había pintado ni un solo cuadro en
España. Lo encarcelaron y cuando salió de prisión llegaron: entrevistas,
biografías y la película de Orson Welles ‘Fraude’.
A raíz de esta popularidad De Hory marcó sus últimos
instantes de vida. Existen dudas sobre cómo murió. A finales de los sesenta
retomó la creación original. Sus cuadros son tan famosos como los pintados por
los otros pintores a quienes Elmyr falsificó su estilo. Incluso se dice que
llegó a mostrar sus cuadros en una exposición en Madrid un año antes de morir.
En 1976 fue hallado muerto en su casa de Ibiza, que ni
siquiera estaba a su nombre. La justicia francesa, española y estadounidense lo
requería por varios delitos y él se encontraba cansado para pasar el resto de
los días en la cárcel. El misterio de su entierro hizo sospechar a numerosos
biógrafos de que su muerte fue la última y más grande falsificación de su vida.
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